14 abril, 2005

Charlatores, Doctanes, estafores.

Había dicho que una enfermedad es algo cotidiano y común, que mi vida no tenía emociones. Pues parece que por implorar eso pasé una noche casi cardiaca. Sentí que me moría, talvez hay quienes piensen que sobre actué, pero crean me que no soy de los que usen las enfermedades como pretexto para llamar la atención… No necesito ese tipo de atención. Bueno, dejen les cuento.


No me gusta ir al doctor. Eso es ya sabido por los mas allegados a mi (familia, amigos, mascotas). Y como saben me agrada mas la idea de usar remedios básicos para sobreponerse a una enfermedad que el estar iendo a cada rato al doctor para que te recete alguna medicina por cada pestaña que se te cae o cada grano que te sale. Claro con las excepciones de aquellas enfermedades que son absolutamente necesarias una asistencia médica. Las cuales es muy raro que sufra. Pero no me gusta ir al doctor también porque no me agradan los doctores. Cada vez que hablo con un doctor siento (y no significa que mi sentimiento tenga fundamento) que estoy hablando con un charlatán o un estafador.

Y es que cuando un doctor te habla te dice cosas en palabras que no entiendes, te puede marear con explicaciones que talvez por pena termines diciendo a todo que si, y termina sacando te dinero porque estas convencido que ese dinero se debe pagar (al fin al cabo es tu salud). ¿Y acaso los charlatanes y estafadores no se manejan igual? No sabes como logran enredarte pero terminan sacando te dinero por las buenas y tu talvez hasta te sientas feliz por ello… feliz hasta que descubres la verdad.

Los doctores no tienen porqué ser charlatanes ni estafadores. Pero luego no ayudan a que mi percepción de ellos mejore. Ahora que estuve enfermo de gripa mi abuela casi me obligó a ir al doctor. Por supuesto fuimos con el doctor que la gran parte de la familia va… ¡el doctor familiar! Pues a pesar de eso este no es la excepción, me cae mal. Bueno, pero como es natural el doctor me revisó ojos, oídos, garganta, tomó pulso, revisó peso, observó color de lengua y membranas interpalmares. Y por supuesto al final me recetó unos medicamentos. Satisfecho me propuse a tomarlos conforme me dijo mi doctor y así lo hice.

Por un tiempo estuvo bien. Comencé a mejorar y sentirme mejor, los dolores de cabeza cesaron, mi color verde natural regresó, el cuello me dejó de doler, etc. Sin embargo llegando la media noche, cuando la luna llena se asomó por mi ventana… “ribit, ribbit, AAaaaoouuuuuuhhhhh! Comenzó un dolor en el pecho intenso, en la zona del esternón como si algo me oprimiera el pecho y me ardiera por dentro. Apenas me podía sostener de pie, tenía ganas de gritar, mi pulso se aceleraba, y el dolor no cedía. Como pude llegué casi arrastras al cuarto de mi abuela para pedirle que le hablara a un doctor.

Contrario a lo que pareciera esto no era una metamorfosis, no me estaba convirtiendo en un ranalobo. Las medicinas no hacen eso, lo que si hacen, y eso fue lo que pasó, es que lo efectos colaterales pueden afectar otra parte del cuerpo y las reacciones pueden ser diversas. En este caso una de las medicinas que me recetó el doctor, es muy agresivo para el estomago, y me provocó una gastritis marca diablo. Yo nunca había sufrido de gastritis así que no conocía ni siquiera los síntomas. Y mucho menos cuando da de forma tan aguda como me sucedió hoy en la noche. Para acabar pronto acabé en una clínica cerca de mi casa en la cual me explicaron todo lo que sucedió.

Por supuesto después de que se comienza a sentir uno mejor llega la etapa de encontrar al culpable, y quién mejor para culpar si no el mismo doctor que me mandó aquel medicamento que me provocó la gastritis. ¿Qué no pudo siquiera advertirme? Y además la medicina ni siquiera era para la gripe sino para el dolor de cuello que tenía y que creí haberle dicho que no era tan grave. Y por negligencia médica pasé una mala noche otra vez. No sin darle el susto de su vida a mi abuela y a mí prima. ¡Ribit!

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